Cabo Pulmo y El Manglito se han levantado como dos ejemplos en Baja California Sur de comunidades que han defendido y restaurado sus riquezas naturales.
Judith Castro Lucero, de Cabo Pulmo, y Hubert Méndez, de El Manglito, dieron testimonio en el Summit 2022 Misión Prosperidad, de Foro Mar de Cortés, de los esfuerzos que desde hace muchos años han emprendido para tratar de convertirlas en comunidades prósperas.
La historia de Cabo Pulmo
Hija, hermana, sobrina y nieta de pescadores, Castro Lucero compartió un registro fotográfico de Cabo Pulmo en el que expuso la historia de su comunidad con un arrecife de coral dedicada a la pesca comercial, que poco a poco se fue acabando, desde tiburón, tortugas, hasta madre perla, por la sobreexplotación.
“Desafortunadamente eso se lo acabaron mi familia y otros pescadores”, lamentó.
El arrecife de Cabo Pulmo es una zona de suma importancia ecológica por la convergencia de corrientes marinas que hacen que en sus mejores tiempos fuera muy productivo, eso llamó la atención de investigadores de la Universidad de Baja California Sur, quienes desde los 80, durante 10 años, unieron conocimientos con los pescadores empíricos. El resultado fue el inicio de la lucha por defender y restaurar el arrecife.
“La Universidad hizo todo el papeleo para solicitar al Gobierno mexicano que se decretara Cabo Pulmo como Área Natural Protegida. Ahora (las tortugas), después de comérnoslas, eran parte de nuestra conservación, habíamos cambiado el rumbo”, narró.
Fue el 6 de junio de 1995 cuando el Gobierno decidió declarar a Cabo Pulmo como Parque Marino Nacional. Los siguientes cuatro años fueron los más difíciles porque no había opciones productivas y ahora ya no podían pescar en esa zona de más de 7 mil 100 hectáreas.
Un arrecife recuperado
Han sido 27 años de esfuerzo para la protección del Parque Marino Nacional de Cabo Pulmo y el arrecife se ha recuperado, han regresado los tiburones y con ello la comunidad logró adaptarse y de ser un pueblo de pescadores se convirtió en uno de prestadores de servicios turísticos.
“Es una historia que nos ayuda a ser ejemplos mundiales de que sí se puede recuperar un ecosistema”, destacó.
Castro Lucero explicó que ahora tienen un programa de uso público del arrecife que les permite saber cuántos buzos soporta cada sitio por semana y por mes y llegando a ese número se cierra, para conservarlo en buen estado.
“Si nosotros le damos entrada a que vengan todos al mismo tiempo, que vayan a todos los sitios y que nos dejen un montón de dólares, es como darse un balazo en el pie, nos vamos a acabar eso y no se trata de eso”, aclaró.
Castro Lucero expuso que el reto que la comunidad tiene es evitar que lleguen los 18 proyectos inmobiliarios a gran escala, como lo fue Cabo Cortés, que están autorizados alrededor de Cabo Pulmo y que quieren instalarse.
“Nos han dicho anti-desarrollo. Desarrollo no es construir hoteles, desarrollo es asegurarme que donde voy a construir mi negocio exista un equilibrio entre salud, educación, cuestiones sociales, cuestiones humanas, un desarrollo es eso, que todo vaya en equilibrio”, subrayó. “Vamos a seguir defendiendo este ecosistema y esta comunidad y la parte humana”.
El caso de El Manglito
La Ensenada de La Paz, en El Manglito, es una zona que en la década de los 70 era muy productiva, abundante en recursos pesqueros, pero el mal manejo y la sobre explotación provocó que se agotaran, contó Hubert Méndez.
El líder social expuso que después de que la situación tocó fondo, NOS Noroeste Sustentable se acercó con ellos y les propuso dejar de pescar, empezó a trabajar con niños y jóvenes, hasta que se ganaron la confianza de la comunidad.
Luego de varias reuniones que no avanzaban y terminaban en discusiones, empezaron a construir una visión entre todos, comentó.
“Queríamos ver una ensenada restaurada, un ecosistema muy saludable, recuperar la riqueza, buena relación con las autoridades, buenos equipos y trabajar sustentablemente”, subrayó.
El primer paso que dieron fue la restauración, por lo que limpiaron La Ensenada y sacaron 30 toneladas de basura, tanto del fondo marino como de la zona del manglar.
“Unos monitoreando, otros censando. En 2011, primero censo, 60 mil callos; 2012, 40 mil callos, íbamos para atrás como los cangrejos. Habíamos hecho un acuerdo de palabra de no pescar, los mayores sí lo respetaron, los jóvenes nos fallaron y les leímos la cartilla. En 2013, 700 mil callos, porque le pusimos fuerza a la vigilancia; 2014 y 2015, más de 4 millones de callos”
La transformación cultural
Ante la abundancia de callo de hacha, las autoridades empezaron a dar permisos para su explotación por todos lados, por lo que ante el miedo de que ocurriera lo mismo que en el pasado y se sobreexplotara el recurso, crearon la Organización de Pescadores Rescatando la Ensenada.
“En 2016 se conformó OPRE, en 2017 conseguimos la concesión por 2 mil 048 hectáreas para 11 recursos a recuperar y a trabajarlos sustentablemente. Tenemos nuestro proyecto productivo que es la pesca, acuacultura y turismo. Dos proyectos de restauración: vigilancia de tunicado y reforestación de manglares”, destacó.
Méndez indicó que ya han sacado de La Ensenada de La Paz más de 175 toneladas de basura, las mujeres son las que están reforestando el manglar y se mantiene el programa de vigilancia para cuidar el callo de hacha y combatir el tunicado que ya les mató en una ocasión más del 90% de los callos.
“La prosperidad no es cargar las bolsas retacadas de dinero ni tener una troca chingona afuera de mi casa, pero sí reforzar estos proyectos productivos para que la comunidad de El Manglito se sienta feliz”, consideró.
El presidente de la OPRE subrayó que no se trata de hombres y mujeres, sino de trabajar en conjunto para lograr un objetivo y heredárselo a las nuevas generaciones, para así poder avanzar hacia la prosperidad.