Frente a las aguas de la Laguna San Ignacio, en Baja California Sur, se ubica la comunidad de El Cardón, un pueblo de pescadores que bajo la iniciativa de una de las familias que lo habitan está haciendo posible la explotación del turismo, mientras conservan las tortugas marinas.
La idea nació de Francisco Burgoín, quien proviene de una familia que subsistía gracias a la captura de tortugas, hasta que esta actividad fue prohibida. “Pancho” conoció a integrantes del Grupo Tortuguero de las Californias (GTC), una red dedicada al monitoreo de tortugas y educación ambiental con base en La Paz, Baja California Sur, en la cual se registró como voluntario para labores de monitoreo, destaca Mongabay, sitio de periodismo ambiental.
A Francisco se le sumaron su esposa Rosa Ceja y sus hijos Aurora, David y Frank en los trabajos de conservación y ya como integrantes oficiales del GTC, han aportado desde 2013 información al estudio de más de mil tortugas marinas.
Emprendimiento azul
La Laguna San Ignacio es mundialmente conocida por ser un importante sitio para el avistamiento de ballena gris (Eschrichtius robustus) y todos los años llegan turistas a presenciar este espectáculo.
Eso le dio la idea a Francisco de aprovechar ese flujo de visitantes para involucrarlos en los trabajos de conservación de tortugas marinas. Así fue como nació EcoTourtugas, una empresa familiar de ecoturismo comunitario y con fines científicos.
El plan era atraer a los turistas que viajan a la laguna para observar ballenas y que participaran de una jornada de monitoreo de las cuatro especies de tortugas que utilizan a la laguna como sitio de alimentación durante su ruta migratoria.
El pago de los turistas por vivir esta experiencia se convierte en un ingreso familiar, a la vez que financia los trabajos de conservación e impulsa la educación ambiental.
“La intención era quitarle días de trabajo a la pesca. Quienes vivimos del mar, sabemos que la temporada invernal es cruel para el pescador. Trabajas con mucho estrés, con mal tiempo, arriesgas tu vida todos los días por ir a traer algo para el sustento de la familia. Ahí nace la idea de tener una alternativa: seguir pescando en el verano y, en invierno, cuando hay más afluencia de turismo, dedicarlo a esta alternativa de empresa de conservación”, explica.
No se trata de abusar de las tortugas para hacer dinero, sino de seguir teniendo recursos para que los monitoreos no se detengan, aclara.
Esta iniciativa de emprendimiento azul fue respaldada por el Grupo Tortuguero de las Californias porque los registros de tortugas en esa zona eran escasos y se necesitaban más datos. El proyecto también tiene el apoyo de MarEs Comunidad, un esfuerzo colaborativo de conservación entre Estados Unidos y México para disminuir los impactos que la pesca tiene sobre las tortugas marinas al quedar atrapadas accidentalmente en las redes.
Los Burgoín Ceja han logrado integrar en este proyecto de emprendimiento y conservación a más miembros de la comunidad, tanto a familiares directos como a otros pescadores.
Trabajan en equipo durante los monitoreos, en la alimentación de los turistas y, próximamente, en ofrecer alternativas para su alojamiento fuera de la temporada de ballenas. Aunque alternan esta actividad con la pesca, el contar con esta alternativa a logrado disminuir el esfuerzo pesquero.
Fuente: Mongabay