En Argentina, una científica ha descubierto una manera con la que puede contribuir en la lucha contra el cambio climático a través de la biotecnología.
María Martha Martorell es una biotecnóloga y bioquímica que se ha especializado en el estudio de la relación que tienen los microorganismos y las plantas. Sus investigaciones han demostrado que esta asociación puede restaurar suelos contaminados y regresarlos a la vida.
Con suelos regenerados, no solo se aumenta la biomasa y la biodiversidad, sino que se incrementa la capacidad de secuestrar carbono.
El sitio iProUp, especializado en noticias de startups, innovación y nuevas tecnologías destaca que la científica argentina unió esfuerzos con su colega Francisco Massot para cofundar Nunatak Biotech, una starup que proporciona soluciones basadas en la naturaleza para la restauración ambiental.
El origen de Nunatak biotech
El sitio especializado indica que el origen de Nunatak Biotech se origina de los trabajos de investigación que Martorell realizó como parte del CONICET en seis viajes estivales realizados a la base Carlini, en la isla 25 de Mayo que se ubica en la Antártida.
Ahí, la científica pudo observar a la Deschampsia antárctica, mejor conocido como pasto antártico que es una de las dos únicas plantas vasculares fanerógamas nativas de ese continente.
Este pasto antártico sobrevive con escaso contenido de nutrientes, resiste la elevada radiación ultravioleta del verano, la oscuridad de los largos inviernos, tormentas de nieve, temperaturas por debajo de los -20°C y vientos que superan los 120 kilómetros por hora.
En gran medida, lo hace a raíz de los microorganismos existentes en sus raíces. De hecho, los descubrimientos de la científica sobre los hongos filamentosos presentes, tanto en ese como en los siguientes viajes, inspiraron una decena de publicaciones en revistas de la talla de Antarctic Science, Journal of Basic Microbiology o Polar Biology, destaca la publicación.
Fue Francisco Massot quien animó a Martorell a unir sus talentos para crear una starup a la que llamaron Nunatak Biotech, en referencia a un pico montañoso de 280 metros de altura que se ubica en la isla donde hizo sus expediciones científicas.
“Había conocido a Elisa Bertini (quien lanzó Puna Bio como investigadora del CONICET, en la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos de San Miguel de Tucumán) y sabía que había obtenido fondos de GRIDX. Estudié biotecnología para eso: aplicar conocimientos tecnológicos y de los seres vivos para la producción de bienes y servicios. Pero no pensaba en emprender. Fue Francisco quien me invitó a sumarme al equipo”, ratifica.
“Fue él quien sugirió que mi conocimiento en materia de hongos y el suyo en el campo de las bacterias, junto con sus estudios sobre suelos con presencia de glifosato, podrían ser complementarios. Gracias a eso, quedamos en GRIDX y obtuvimos el dinero para llevar a cabo nuestro propósito”, afirma.
El desarrollo de la investigación
La aceleradora GRIDX aportó 200 mil dólares en agosto, fondo con el cual el ambicioso proyecto de Nunatak Biotech pasó de ser una quimera a una realidad.
Más tarde, al equipo se unió Julia Mensa, con experiencia en coordinar la internacionalización y el desarrollo exportador de servicios tecnológicos desde la Agencia ProCórdoba.
“Decidimos enfocarnos en una plataforma biotecnológica alimentada por una base de datos sobre suelos, plantas, hongos y bacterias, para identificar las mejores interacciones planta-microorganismo en una variedad de entornos afectados”, define.
Con base a lo que observó en el pasto antártico, espera decodificar el lenguaje que comunica a las plantas con los microorganismos para favorecer su convivencia en circunstancias tan adversas.
Debido a que la Deschampsia antárctica es resguardada por el Tratado Antártico, no forma parte del perfeccionamiento de la plataforma de Nunatak Biotech, sin embargo, se han concentrado en una planta del mismo género, la Deschampsia cespitosa, y en otra media decena de especies de pastizales, junto con el suelo asociado a sus raíces, que se encuentran en Tierra del Fuego
El objetivo es aislar centenares de microorganismos coligados a sus crecimientos en terreno hostil, secuenciar sus ADN y abrirse paso sin vacilación entre el exiguo porcentaje que puede ser cultivable, para nutrir el banco de datos de la plataforma.
Biotecnología contra el cambio climático
Cumplida esa meta, delante de la científica y sus cofundadores, en el horizonte, yacerá el brillo de la patente, cuyo trámite prevén iniciar en la Argentina y los Estados Unidos durante el segundo semestre de 2024.
La idea es validar una tecnología que sea idónea para acelerar proyectos de reforestación, conservación y manejo forestal mejorado para aplicar a bonos de carbono y contribuir a combatir el cambio climático.
De acuerdo con Bioremediation Market Size, Share & Trends Report, de la consultora Grand View Research, el tamaño del mercado mundial de biorremediación es de casi 15 mil millones de dólares y se espera que registre una tasa de crecimiento anual compuesta cercana al 10% hasta 2030.
El segmento de restauración de suelos encarna casi el 40% de los ingresos globales, y el de yacimientos petroleros, que crece incluso más apresuradamente, otro 20%, lo que suma unos 9 mil millones.
Martorell busca aprovechar el dinero para acelerar al máximo el desarrollo de las soluciones que permitan no sólo restaurar suelos degradados, sino ayudar a domar las emisiones de dióxido de carbono, moderar el calentamiento global a 1.5°C por encima de los promedios preindustriales y evitar que inclementes sequías, olas de calor como de siete soles y aumentos del nivel del mar perjudiquen nuestra subsistencia, salud y bienestar.
Fuente: Iproup