No ha sido fácil, pero poco a poco ha rendido frutos la lucha que contra viento y marea han emprendido 40 mujeres del municipio de Navolato, en la costa central de Sinaloa, para recuperar la almeja chocolata, la segunda pesquería más valiosa de la región.
Yanett Miranda Castro Medina es quien desde 2016 ha liderado esta batalla. Criada en Altata, en una familia de pescadores, Yanett toda su vida se ha dedicado a sacar almejas y se le hacía injusto el precio que les pagaban y que no pudieran tener la oportunidad de organizarse, como sí la tenían los hombres, a pesar de tener los mismos derechos.
En 2016 ingresó en un programa de capacitación de la organización no gubernamental Fondo de Defensa Ambiental (EDF por sus siglas en inglés) y para el cierre presentó el proyecto de formalizar una cooperativa exclusiva de mujeres, ya que conocía a más grupos de mujeres que también se dedicaban a sacar almejas, pero no estaban organizadas.
“Escogí lo de formalizar mi cooperativa y a la vez invité a esas otras mujeres, porque somos tres cooperativas que nacimos juntas con el mismo proyecto pero que estamos separadas porque somos de diferentes comunidades pesqueras”, explica.
De esa manera tuvieron sus orígenes las cooperativas hermanas Almejeras de Santa Cruz, de Altata, con 9 asociadas; Las Lobas del Manglar, de Las Aguamitas, con 14 integrantes, y Las Banas Guerreras del Mar, de Dautillos, con 17 socias. Las primeras dos son usuarios del Sistema Lagunar Bahía de Altata-Ensenada El Pabellón y la última del Sistema Lagunar Bahía Santa María.
No fue un camino fácil
En un estado machista y dentro de una actividad dominada por los hombres en la que históricamente la participación del género femenino ha sido poco valorada, formalizar una cooperativa exclusiva de mujeres no iba a ser una tarea fácil, reconoce Castro Medina
“Me dijeron ‘dónde se te ocurrió, mujer, en el estado más machista, empezar a querer cambiar la historia’, y nos costó mucho trabajo conseguir las escrituras para la cooperativa, el protocolizarnos, porque no teníamos dinero y eso no es barato”, dice.
Recuerda que venían de no ganar lo justo por su trabajo y lo que hicieron fue trabajar un año con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) limpiando esteros y playas, para juntar el dinero para pagar la escritura de la cooperativa.
“Después de eso fue el no poder conseguir los permisos, porque nos topamos con el machismo, con gente que todo el tiempo había tenido el control de las cosas en la pesca y no les gustó. Estuvimos dos años solicitando los permisos de pesca y no salían, estar echando vueltas, juntar dinero para renovar las solicitudes, ir y venir a Mazatlán con solo el pasaje, sin tener ni siquiera para un vaso de agua, para que los papeles llegaran allá, porque se quedaban a medio camino siempre y no llegaban”, expresa.
En 2017 lograron formalizar las cooperativas, pero hasta julio de 2019 lograron que les dieran los permisos para la extracción de almeja, expresa.
Al rescate de la almeja chocolata
Yanett Castro Medina tiene una hija de 12 años. A pesar de vivir en una zona donde en el pasado se llegaban a extraer hasta 20 toneladas diarias de almeja chocolata, su pequeña conoció y probó este molusco hasta cuando tenía 7 años, porque durante un periodo de 10 años no hubo producción.
De la mano de EDF y con el apoyo de instituciones de gobierno como Conapesca, Inapesca e Isapesca, las cooperativas de almejeras crearon un refugio para el rescate de la almeja chocolate.
Sostiene que a través de las capacitaciones con EDF, reconocieron la importancia que para la pesca y los pueblos que dependen de esta actividad representan la conservación y el cuidado de las bahías y sus especies.
Por ello empezaron a promover el cuidado de la playa y emprendieron trabajos de limpieza en los esteros, con la finalidad de recuperar ese recurso que ya no tenóan en la Bahía de Altata.
“Hicimos una zona de refugio de una hectárea, con 600 metros de amortiguamiento, es una zona de cero pesca, ahí nadie puede entrar a pescar, y a pesar de que es un área pequeña y que se ha venido monitoreando desde que inició, hemos visto resultados”, asegura Yanett.
Agrega que desde que se involucraron en este proceso empezamos a generar monitoreos y hoy sí tienen datos de la bahía, de cada banco de almejas, de cómo se está moviendo, las temperaturas, movimientos de agua, salinidad y PH.
“Podemos decir que nos convertimos en pescadores científicos, porque nos sumamos a la parte de los monitoreos, donde se nos enseñó ese tipo de cosas y eso te da los datos fidedignos, actuales, y no solamente lo que el Inapesca podría presentarnos”, expresa.
En el esfuerzo por recuperar la población de almeja chocolate, actualmente hay una veda de tres años de esta especie, la cual termina en septiembre de este año.
La pesca sustentable es el futuro o no habrá actividad
De sustentabilidad no sabía nada, reconoce Castro Medina, porque nació con la idea de que al mar se le saca y se le saca y nunca se le regresa nada.
“Eso nos lo enseñó EDF también y fue cuando empezamos a trabajar esa parte de limpiar playas, preocuparse, más allá de ser pescador, de regresar un poquito de bienestar a lo que nos da de comer, garantizar que futuras generaciones por lo menos tengan la misma oportunidad de nosotros de conocer este recurso pesquero y de comerlo”, manifiesta.
Castro Medina subraya que la pesca responsable y sustentable no solo es por el bienestar de las familias que dependen de esta actividad, sino de las futuras generaciones.
“Yo miro el futuro en el sector haciendo pesca sustentable y si no, no hay futuro, porque no podemos seguir haciendo lo mismo que nos enseñaron nuestros padres, nuestros abuelos y esperar resultados diferentes. Creo que antes no se aplicaba porque no era necesario, el problema de nuestros ancestros era encontrar un mercado y los problemas nuevos del sector es que cada vez hay menos qué pescar, que cada vez habemos más en el mar”, reflexiona.
Castro Medina subraya que los agremiados de organizaciones pesqueras donde no ha trabajado una ONG ni siquiera reconocen el concepto de pesca sustentable y si no se hace algo al respecto para cambiar la manera de pensar de que las especies del mar nunca se van a acabar, el futuro de la pesca estará en riesgo.
En busca de mercados preferenciales
Las tres cooperativas de almejeras de la costa de Navolato ya están bien organizadas y asentadas, ahora el paso que falta es encontrar socios comerciales que valoren el esfuerzo de pescar de manera sustentable, comenta Yanett.
“Ese es el paso que nosotros andamos buscando, todavía no vemos esos mercados preferenciales por el hecho de vender un producto sustentable, organizado, de ser responsable con el medio ambiente, esa es la etapa en la que nosotros estamos después de casi 10 años de estarle taloneando y buscando, porque cuando empezamos no teníamos nada, solo teníamos las ganas, pero tampoco sabíamos cómo ni todo el esfuerzo que iba a llevarnos esto”, sostiene.
Ya han tocado la puerta de Smartfish en dos ocasiones y están convencidas que un día pueden ser aliados, sin embargo, todavía no lo han podido conseguir, expresa.
“Ahorita estamos en un parteaguas de que la gente esté motivada, porque dicen ‘oye, yo todavía no miro el reflejo de tanto esfuerzo y tanto gasto por estar regulado y que no haya un mercado preferencial para los recursos que se pescan de manera sostenible’”, comenta.
Para Yanett, a estas alturas trabajar de manera sustentable ya debería ser una obligación para todas las pesquerías, con modelos de trazabilidad bien establecidos. De esa manera los pueblos costeros podrán seguir aprovechando los recursos que da el mar y podrán mejorar sus condiciones de vida.