La transición energética no solo es una respuesta urgente a la crisis climática: también es una oportunidad concreta para proteger uno de los recursos más valiosos del planeta: el agua.
En un mundo donde el agua dulce se vuelve cada vez más escasa, cambiar los combustibles fósiles por energías limpias puede marcar una diferencia monumental. Solo en Estados Unidos, la adopción de una red eléctrica basada en energía renovable podría reducir hasta en un 95% el uso de agua en el sector energético.
La razón es clara: las tecnologías de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el fracking, son altamente dependientes del agua. Desde los millones de galones utilizados por pozo en la fracturación hidráulica hasta los miles de millones que las plantas termoeléctricas extraen diariamente para refrigerar sus sistemas, la industria energética tradicional consume y contamina cantidades masivas de este recurso vital. El resultado es una sobreexplotación de acuíferos, contaminación térmica en ríos y lagos, y riesgos a largo plazo para la salud de comunidades enteras.
Pero el panorama puede cambiar.
Energías renovables: aliadas del agua
A diferencia de los combustibles fósiles, las fuentes de energía limpia como la solar y la eólica requieren mínima o nula cantidad de agua para operar. El único uso relevante en la energía solar está relacionado con la limpieza de paneles, una tarea que representa una fracción ínfima del consumo hídrico diario de las plantas fósiles. Las turbinas eólicas, por su parte, generan electricidad sin una sola gota de agua.
Se estima que el uso doméstico de energía solar podría ahorrar entre 16,000 y 53,000 galones de agua al año por hogar. A escala nacional, esto equivale a liberar miles de millones de galones de agua dulce que hoy están atrapados en un modelo energético insostenible.
Además del ahorro hídrico, las energías renovables eliminan los riesgos asociados al manejo de aguas residuales contaminadas, como ocurre con los pozos de fracking, que pueden filtrar químicos peligrosos a los acuíferos, afectando el suministro de agua potable durante años, como sucedió en comunidades de Texas, Pensilvania y Wyoming.
Transición con visión de futuro
La conexión entre la crisis del agua y la del clima es innegable, y ambas pueden abordarse con una transición energética justa, sostenible y centrada en las personas. Optar por energías limpias no solo significa descarbonizar la economía, sino proteger los ecosistemas acuáticos, garantizar el acceso al agua y prevenir daños irreversibles a la salud humana y ambiental.
Este Día de la Tierra, actuar es más urgente que nunca. Políticas públicas que fomenten el desarrollo de energías limpias y un compromiso colectivo pueden convertir a la transición energética en una herramienta poderosa para la seguridad hídrica global.
El agua es vida, y la energía renovable es una vía para conservarla.
Fuente: earthday.org